POSTPALETISMO SALVAJE
“Y tú sabrás que tu nombre es Fracaso, cuando acumules masters sobre ti”
Cuando recien estrenados los 90 mi madre me obligó a sacarme el titulito de mecanografía (léase con choteo paternalista, como algo ridículo, nimio, ínfimo) y sin ni puta idea de la importancia que éste iba tener en la siguiente era de la comunicación que en pocos años iba a llegar, pensó que con sólo eso podría llegar donde quisiera. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, todo empieza con una tontería pequeña, algo volátil y sin importancia: una idea o un sueño en su simiente suelen ser cosas estúpidas. Para ella, yo no necesitaba mucho más qué una máquina de escribir y lo que surja, y no se equivocó demasiado (otro día concreto cuánto es este “demasiado“).
Por aquel entonces, la tasa de desempleo juvenil en mi pueblo, ni se sabía ni se le esperaba: con pasarte por la plaza a las cinco de la tarde y constatar que el 90 % estaban ahí sentados comiendo pipas actualizabas a diario la estadística. Y en él, en un lugar en lo alto de un monte de cuyo nombre no suelo olvidarme, exceptuando las familias muy acomodadas, sólo la gente con una ambición muy específica (y unos padres muy acomplejados dispuestos a matarse a horas extras) hacía una carrera.
Hacer una carrera era para hacer algo que te gustaba especialmente y claro, para prosperar, porque en aquellos tiempos se podía prosperar así. ¿Qué cosas eh?. Estos, se marchaban al terminar sus estudios a la ciudad porque enseguida encontraban trabajo “ de lo suyo”, expresión que entonces teníamos la decencia de no tener en nuestro vocabulario y que ahora debería fulminar ipso facto a todo el que la pronuncia.
En aquel momento, la banda de pueblerinos sin más inquietudes que los aconteceres de las vidas del resto que me rodeaba, me parecía una cárcel tailandesa llena de heces y orín en la que nadie hablaba mi idioma, y sólo quería huir, como hice, cual perro guardián desesperado que ve los días pasar en un polígono, pensando, en la ingenuidad de mi incipiente juventud, que esa muchedumbre de palurdos no tenían idea del sentido de la vida y yo sí: "Pudríos escoria", fue lo último que pensé.
Pero ahora, cuando contemplo todo el postpaletismo salvaje del que el postureo más arraigado se ha adueñado, los veo unos cracks de los que no quiero saber nada, eso también.
Ah! Qué tiempos aquellos en los que la gente no tenía sueños increíbles que perseguir constantemente, sentirse realizado profesionalmente a los 30, ni ser alguien interesante por cojones. Qué tesoro perdido ese saber vivir sin la obligación de ser productivos, enriquecernos intelectual y espiritualmente ochocientasmil veces a diario, necesitar aportar algo a los demás como heroinómanos, valer todo la pena trabajando de lo tuyo. Añoro esa vocación de peón, camarero y mano de obra barata ahora tan denostada, que se vuelve a casa sin más preocupaciones que qué darán esta noche en la 1.
Pero basta de generalidades, porque aquí he venido a señalar desde este oscuro púlpito de hastío y amargura a todos aquellos que me parecen peligrosos, delincuentes emocionales que deberían vivir encerrados en la Casa Rosa abandonada y llena de leyendas negras y zarzas viejas desbocadas de aquel pueblo de las montañas que yo dejé para ser una urbanita que los mira con desconfianza y paternalismo, y claro, también porque me dan asco.
Hoy toca “el quiero y no puedo” profesional.
Si hay alguien de quien huir en este mundo de profusa mediocridad es de aquella persona que lo primero que te pregunta es qué has estudiado. Esa persona que a partir de ahora te escuchará y atenderá de un modo distinto según cual sea la respuesta. Que abrirá los ojos como si tuviera palillos y dirá que sí enérgicamente con la cabeza si eres de los suyos, o se le entornarán y apenas hará una afirmación invisible acompañada de una sonrisa de deferencia si no. Esa persona que está a punto de evaluar tu sensibilidad, profundidad, perspicacia, intuición, capacidad de análisis y agilidad mental según tus diplomas, está deseando contarte lo suyo, y, tras el siempre falso interés mostrado te dirá dónde, qué y durante cuántos añós ha estudiado y qué proyectos tiene para el presente e inminente futuro para ser alguien a tener en cuenta. Este ente que sólo le pide una cosa tan simple a la vida y que va consumiéndote con tan enorme injusticia allí por donde te pilla, es la misma que nunca arriesgará un céntimo si gana más dinero haciendo algo monótono y absurdo.
Así revientes, cerda.
Los hay de todas las edades, pero sin duda mi ser favorito es el que decidió hacer una carrera pasados los 30 porque entonces se dio cuenta que tenía que ser alguien, como lo empezaba a ser una mayoría aplastante, y con tal premisa, imaginaréis que los que no hicieron lo mismo, no pueden serlo. No pueden SER vaya, y por ende, el “éxito”, esa cosa que nadie sabe bien bien que es pero que estos bichos no se asquean de angustiarse por conseguirlo, les está vetado. Te lo pintarán, eso sí, de “sólo quiero trabajar de lo mío“, pero en el fondo te están diciendo que todo lo que no sea ejercer de su magnánima carrera es de putos mendrugos sin sustancia.
Cuando este espécimen tardío acaba la carrera, además de repetir constantemente el título que se ha sacado hasta proponer un change.org para que la profesión vuelva a constar en los DNI, sentirse como alguien que lleva toda la vida ejerciendo aunque ni puta idea de cómo empezar por más caídas que tenga sus partes, se da cuenta que OH! hay millones de personas a sus espaldas, con 10 años menos, que también aspiran a trabajar “de lo suyo” (Porque claro, nuestra identidad es sólo nuestros estudios y trabajo, y lo tenemos que petar. Al petarlo nos convertimos en seres interesantísimos al instante, que valen la pena muy fuerte tan sólo con entrar al olimpo del “trabajo de lo mío”. El talento y la paz interior te invade de inmediato, así que vayamos por millones de cabeza a ese paraíso).
¿Solución? Masters venid a mi.
¿He dicho ya la patada en la boca que tenéis haciendo masters con más de 35 años con la misma esperanza que cuando hicisteis vuestra 1ª carrera? (sí, he dicho “primera” porque me consta que sois la polla todos) Si hombre, esa luz transitoria que te invade el alma y que te hace creer que al terminarlo lo conseguirás. TODO.
Amos a ver. Todavía hay gente escribiendo cartitas al periódico diciendo aquello de: “tengo una carrera, dos masters y hablo 3 idiomas y trabajo en un Mcdonalds” como si nos tuviéramos que sentir fatal por ello. ¿Y a mí qué, retrasado? Porque claro, eso es culpa de los demás siempre, ya que con ese c.v. seguro que eres un genio en todas las competencias necesarias para ejercer y aquí no nos hemos enterado. Pues mira, te jodes.
A este gentecita que les molesta no tener oportunidades con una formación tan completa pero con un nivel de madurez, intuición, habilidad y ortografía de 1º de la E.S.O, les molesta los que ascendieron en su puesto a base de aptitud y experiencia, y rematan la envidia que les corroe con un “míralo que puesto ocupa sin formación universitaria”.
Sí enemigos. El tiempo en que mi madre me obligó a sacarme el titulito de mecanografía pensando que el resto corría a cuenta de mis sabias o estúpidas decisiones era el tiempo en que un joyero se hacía joyero entrando de aprendiz en una tienda, un publicista empezaba repartiendo cafés, y un recursos humanos cogiendo el teléfono. Desde abajo, desde el maldito infierno del “no es lo mío”.
Muchos de ellos sólo buscaron vivir apaciblemente en las mieles del conformismo y encontraron un propósito por el camino (esta última frase me ha quedado realmente penosa, a juego con vuestras aspiraciones), y habría que incinerarlos vivos por ello.
Pero a lo que iba. De ir por la vida de a ver qué dan esta noche en la 1 hemos pasado a tener que realizar todo lo que nuestro compulsivo ego nos demanda: Desde viajar por todo el mundo cada verano a trabajar en lo que nos apasiona. Y me da a mí, que por más que se esfuerce la nueva corriente psicológica (con su oscuro y tóxico optimismo) en hacernos creer que todos tenemos un potencial inconmensurable para convertir la mierda en oro, NO. No todos sabemos, ni en el fondo tenemos ganas de hacer lo necesario. Que se está muy a gustito quejándose del sistema en el que no todos podemos ejercer de putos genios con tal de no pringar ni un poquito, ¿verdad?
Así que a favor de seguir alimentando las metas desde el zulo con vigas carcomidas donde cuelgan métricas telarañas y con insoportable hedor a humedad de los complejos, ideales y postureo, en lugar de alimentarlas desde un deseo íntimo y desnudo de pretensiones, que así al menos tenemos algo segurísimo, y es que sigues acumulando masters para no enfrentarte a la chunguísima e insoportable realidad: sigues sin trabajar de lo tuyo y eres la escoria que otros dejan atrás con desconfianza y paternalismo.